viernes, 8 de marzo de 2013

El día que México recuperó su nada. Y festejó.

Conmemorando 50 años de la devolución de "El Chamizal" a México...


Casi cien años se llevó la disputa entre México y Estados Unidos por un pequeñísimo terreno árido y sin mayor valor. La culpa la tuvo el Río Bravo en 1864, que sin hacer caso a los tratados oficiales, maliciosamente  desvió su curso un par de kilómetros al sur a la altura de Ciudad Juárez, Chihuahua. Una minúscula broma por parte del rio, que resultó en todo un problema para dos naciones. Al terreno de apenas 2.4 km2 que ahora quedaba al norte del río se le puso el nombre de El Chamizal, precisamente porque en aquel lugar no se daba otra cosa.
Estados Unidos automáticamente se apropió de aquel terreno, apoyándose en el Tratado de Guadalupe Hidalgo (con el que se había dado fin a la guerra entre México y Estados Unidos), el cual claramente estipulaba que Rio Bravo serviría como línea divisoria entre los dos países. Los mexicanos obviamente se sintieron estafados y despojados de aquellas valiosísimas tierras, que nunca antes habían contemplado siquiera utilizar, pero que ahora representaban los varios siglos de abusos y desdenes que todo el país había sufrido a manos de los estadounidenses. La disputa por El Chamizal no fue entonces un problema de terrenos, sino que venía a simbolizar la frustración colectiva mexicana. 
Al año siguiente, el presidente Benito Juárez comenzó la reclamación de este indignante suceso, sin recibir respuesta favorable del gobierno estadounidense. El asunto siguió causando gran indignación entre los pobladores, e incluso se llevó a cabo en 1910 un arbitraje por medio de una comisión internacional para solucionar esta disputa. Ahí se falló a favor de México, pero a pesar de esto, Estados Unidos se negó a regresar el terreno. Durante este tiempo, El Chamizal fue considerado una tierra mexicana dentro de terreno estadounidense. La falta de control de las autoridades dio pie a que el lugar fuera considerado zona libre para criminales.
No fue sino hasta enero de 1963, casi cien años después de que todo comenzara, que John F. Kennedy visitó México y el tema de El Chamizal volvió a salir a flote donde pudo por fin solucionarse en favor de México. Para el siguiente año, el 25 de febrero,  el cauce del río fue rectificado y el entonces presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson hizo entrega personal de El Chamizal al presidente mexicano Adolfo López Mateos, donde se colocó una estatua conmemorativa.
La disputa en El Chamizal, no fue un problema nacional que tuviera grandes repercusiones. Fue básicamente una lucha de palabras, que se llevaba a cabo de manera escrita entre tratados y firmas. Nadie perdió la vida luchando por recuperar el Chamizal. Sin embargo, fue la forma en que se dieron las cosas en este enorme malentendido de casi un siglo, lo que me parece tan interesante. Todo el asunto parece presentarnos una versión resumida y simplificada de la historia de México y su relación con los vecinos del norte, Estados Unidos.
Todo comienza siempre por algún acto aparentemente fortuito, como en este caso el cambio del río, y con alguien queriendo tomar ventaja.  Aquí fue Estados Unidos, pero no siempre luchamos contra otros países, de hecho la mayoría de los enfrentamientos mexicanos se han dado de manera interna, contra nosotros mismos. Después de los reclamos, los tratados se rompen y se ignoran, ahí es donde comienza la verdadera batalla. El Chamizal fue un pequeño terreno sin ley, tal como todo México lo ha sido en incontables ocasiones. Si bien es raro ver a México vencedor en alguna contienda, como sucedió a fin de cuentas con El Chamizal, lo que ocurre después de la victoria es siempre lo mismo: Se celebra. Y se celebra como si aquello hubiera compensado toda calamidad desde la conquista. ¿Después de eso? Pues nada.
Todo vuelve a su curso, los recursos son desperdiciados, las actitudes siguen siendo las mismas. Actualmente El Chamizal sirve sólo como recordatorio de un logro. En aquel lugar existe una gran extensión de área baldía rodeando a la estatua que se colocó hace tantos años para conmemorar el evento. Si bien el terreno, que hoy pertenece al gobierno, es considerado un parque público federal, no ha servido ningún uso verdaderamente productivo para una nación que tanto se indignó por su momentánea pérdida. 


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