En la vida tenemos la maravillosa oportunidad de escribir nuestras
propias historias. Versiones de esos cuentos con finales felices y maldiciones inquebrantables
que consumimos por años pero que no son verdad. He tenido la suerte de verlo
muchas veces, algunas historias un poco menos tradicionales que otras. Me he dado cuenta también de que por más extraordinaria
que sea la ficción, no logra capturar todas las tonalidades y posibilidades de
la vida.
Una de esas historias hermosas e improbables ocurrió en mi
familia y empezó a la vez muy tarde y muy temprano. Pero a fin de cuentas
sucedió justo cuando debía suceder.
Cuando conoció a Rocío, mi padre tenía poco tiempo de haber pasado
de príncipe azul a rey de la casa. Trabajaron juntos por un tiempo y fue todo. En
ese entonces ambos estaban a la mitad de su propia historia, pero quedó en
ambos una buena impresión que permaneció. La princesa y el rey se habían conocido.
Tal como suele suceder en la vida real, la historia de mis
padres dio un giro muchos años después cuando decidieron separarse. Las cosas
en ese entonces estaban algo lejos del felices por siempre, pero por suerte no
fue así por mucho. Debo enfatizar que en realidad la suerte fue un ingrediente
importante aquí cuando Rocío y mi papá se reencontraron en la calle un día común.
En verdad habían pasado muchos años sin verse y justo ahora coincidían cuando
ambos se necesitaban. Para entonces la historia de Rocío también se había desarrollado,
ahora tenía tres hijos y también estaba separada. Esta sería una familia de
seis hijos. Nada fácil, pero lo fácil no tiene chiste.
Creo que de Rocío siempre me sorprendió su nivel de energía,
que a la vez le transmite a mi papá. Y lo curioso aquí, lo que no te dicen en
los cuentos, es que se necesita un tipo muy especial de mujer para ser “la madrastra”.
Hay que ser tenaz, incluso obstinada, para llegar a un hogar donde los hijos ya
no son niños y asumir el rol de madre sin reemplazar a nadie. Hay que tener la
paciencia para dar toneladas de amor y recibirlo a gotas para crear lazos entre
dos familias sin ponerse del lado de nadie. Hay que tener la inteligencia de
callar mucho aun cuando es evidente que se sufre, porque se ama y se trabaja
como madre pero se le agradece a veces apenas como amiga. Afortunadamente para nosotros,
Rocío ha sido esa mujer.
Hoy es tu cumpleaños Rocío, y más que felicitarte quiero
agradecer el trabajo que has hecho por unir a dos familias que en un principio parecían
muy distintas. Por darle un codazo a mi papá de vez en cuando para que recuerde
cosas como los cumpleaños. Gracias por ser mamá para todos por igual. Por
cuidarnos a todos, compartir nuestra locura y tenernos siempre presentes. Muchas gracias, sobre todo, por
jamás darte por vencida con nosotros.
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