martes, 9 de marzo de 2010

El mutilador de San José

Ya había comentado antes que me parece que sueño cosas demasiado extrañas. Al mismo tiempo creo que hay mucha gente más alucinante; sin embargo yo sí tengo la suerte de recordar casi todo al momento de despertar.

Hace poco me puse a analizar cuantas historias he escrito que tienen aunque sea una imagen de un sueño, y llegué a la conclusión de que en realidad no tengo tanta imaginación sino un subconsciente hiperactivo.

Darme cuenta de esto significa que cada historia podría esconder algún fragmento de mí que quizás pueda ser interpretado con facilidad por otras personas. Asunto del cual ilusamente pensaba estar exenta.

Hace unos meses soñé con algo que podría hacer una buena imagen para alguna historia, pero no le dado nada de tiempo en realidad. Más que nada porque después de analizarla brevemente creo que su significado es muy obvio para mí. Así que la dejo libre por si alguien quiere apropiarse de este pedacito de mi cerebro.

Por alguna razón nos mudamos a una casita usada en un barrio bastante empinado. El lugar es lindo y me agradan los vecinos, lo cual es muy importante dado que todas las casas están casi pegadas. Me doy cuenta entonces que estoy en San José, Costa Rica.

Apenas estamos acomodando las cosas cuando los vecinos empiezan a salir de sus casas y a hacer un alboroto. Alguien había encontrado una caja de cartón frente a su puerta y al abrirla encontró un pie humano, cortado limpiamente y drenado. Debo decir que parecía un trabajo muy bien hecho.

Algunos vecinos comentan que ya habían visto uno igual, todos comparten sus historias y ahí es cuando me entero de que hacía apenas unas semanas gente de todo el país había comenzado a encontrar pies mutilados en lugares poco comunes.

Era tal la cantidad de pies que la policía estaba pidiéndole a la gente que los entregaran ellos mismos pues no podían ir a todos los lugares donde aparecían. Incluso estaban dando una recompensa de algunos pocos colones por pie.

Justo me entero de esto cuando veo llegar a unos niños jalando un pequeño vagón rojo lleno de pies. Andaban recolectando desde temprano para llevarlos a la policía y ganarse algo de dinero

Los vecinos le entregan el pie como si fuera cualquier cosa y se quedan ahí afuera en sus pórticos para seguir platicando. El mutilador, dicen, no tenía tan mala fama. Le daba a la gente algo que hacer. Cuando llegaron los primeros pies la policía estaba desconcertada pues ningún pie hacía par con el otro. Las personas mutiladas amanecían un día con algún pie faltante sin saber cómo había ocurrido.

Siempre sólo un pie y generalmente el izquierdo.

No hay comentarios: