viernes, 15 de mayo de 2009

Abajo.

Creo que en mi vida he visto demasiadas caras de decepción.

Cuando era mas joven siempre que soñaba a un adulto (un maestro, algún tío) lo veía desencantado de su vida. Como si mi percepción general de llegar a cierta edad era igual a darse cuenta de que tus sueños se verán frustrados sin remedio.

Luego crecí. En algún punto pase de tener la certitud de que mi vida sería un viaje directo hacia la grandeza, a empezar a apreciar cada vez mas las cosas pequeñas que ya tengo. Supongo que a eso se le llama madurar.

Yo tenía veinte años cuando dejé a mas de alguno con una mirada de total decepción. Después de eso creo que ya no me siento presionada. Cualquier avance que tenga lograra una gran impresión, y si no hago nada, era de esperarse.

Genial.

1 comentario:

Miguel Lozano dijo...

Yo también tenía una percepción similar de la adultez, alguien que ya perdió todas las pasiones y no le queda de otra más que hacer lo que está obligado a hacer. Tengo 26 y creo que mi percepción de la infancia fue mucho más certera de lo que hubiera imaginado.

Parece que a mí todavía no me llega del todo el desencanto y pérdida de la pasión, y se nota cuando mis compañeros de trabajo me dicen: "Si, a tu edad yo también quería comerme el mundo de un bocado", lo cual se puede traducir como: "Espera y verás".

Pero para mí el llegar a los 25 años sin ningún logro considerable fue algo altamente benéfico: Me di cuenta de que no soy Orson Welles o Mozart, y que puedo seguir mi propio camino a mi propio ritmo. Ya no hay prisa.