viernes, 13 de marzo de 2009

Ejercicio de auto-convencimiento anti-esotérico

Cada que veo una escalera recargada en una pared a la mitad de una banqueta o camino, me detengo un rato. Mientras más gente veo sacarle la vuelta me siento más urgida a caminar justo debajo de ella. Especialmente si alguien me mira.

No creo que caminar bajo una escalera atraiga ninguna catástrofe en particular, pero insisto en hacerlo (aun cuando no signifique un ahorro de tiempo) como una especie de protesta o solo para tentar a la suerte.

Automáticamente después de eso me siento terrible, pues se que aunque quiera parecer una rebelde luchadora contra las falsas creencias populares, en el fondo sólo estoy en camino a convencerme totalmente de su falsedad.

Lo mismo va para todas las demás supersticiones, incluso esas que nunca había escuchado y de pronto alguien se saca de la manga. Soy una supersticiosa de clóset.

Hoy me di cuenta de que los días malditos son los que más me joden la mente. No siempre, porque generalmente no sé ni en qué día vivo, sólo cuando alguien me lo recuerda.... Los martes y viernes trece que son según cada creyente de mala o buena suerte. Esto dicho ya que tratar de poner una superstición al revés no te hace menos supersticioso.

Me vienen a la mente 4 días malditos en que realmente me fue mal. Incluyendo el de hoy, claro:

-El día que me rompí el codo (una niña algo pesada me cayo encima y mi brazo se dobló para el lado incorrecto... ouch!)

-Uno de los 4 plantones memorables de los que ya escribí pasó en un día maldito. Pick one, they all sucked.

-El año pasado, que por no lavar mi carro me llevé de corbata a dos señoras y pasé una linda noche en la cárcel junto a un hombre sin ojo (y sin parche).

-Hoy. No fue tan malo como el de la cárcel. A pesar de que incluía un policía intentando llevarme a la comandancia porque alguien me robo el espejo retrovisor y decidí que eso no me impedía seguir manejando. Al policía le pareció que eso meritaba pararme, una multa de unos chingocientos pesos porque andaba sin licencia, un discursote horrible de que la policía honesta también puede ser tu amiga y al fin un sustancioso soborno (sustancioso para mí que sólo tengo dos pesos). Me desfloró moralmente el méndigo. Claro que sentí como si me hubieran asaltado, y culpable para rematar.

Como siempre los números son confiables y objetivos, más que yo por lo menos. Según Google (y prefiero creerle antes de ponerme a sacar la cuenta) los viernes y martes 13 ocurren en promedio 1.8 veces al año cada uno, eso es 3.6 veces juntos. Por lo tanto, en 20 años de vida deben haber pasado alrededor de... 72 veces! Esos deberían ser 72 malos momentos que no recuerdo.

Así que tengo mala memoria, o buena suerte... desde el punto de vista estadístico, claro.
Ya me siento mejor, con ganas aventar gatos negros a los espejos de la casa.

No hay comentarios: