domingo, 15 de marzo de 2009

Ya llegó la caderona

Creo que recuerdo el día en que me di cuenta que ya era oficialmente madura. Las señales anteriores nunca me parecieron suficiente prueba de ello.

Cuando tuve mi primera menstruación, eso no significó mucho. Cuando me comencé a usar sostén menos, sobre todo porque todavía tengo la esperanza de algún día llenarlo por completo. No fue el día que me puse unos pantalones ajustados y me di cuenta de que mi detrás compensa mi frente. No fue mi primera vez (si a caso eso me dejó en claro mi condición de adolescente), no fue cuando cumplí la mayoría de edad. Ni siquiera fue cuando me convertí en mamá.
Esa serie de eventos (o no-eventos) significaban el inevitable paso del tiempo, nada más.

El preciso instante que me ofrecieron un chocolate y lo rechacé, ese fue el día que me convertí en adulto.

De niña no podía entender cómo los adultos le echaban tanta salsa a sus tacos, se comían todas sus verduras (y hasta las disfrutan) y sobre todo, cómo podían sentarse frente a una caja de caramelos y no comerse por lo menos la mitad. Hay quienes nunca cruzan esa linea y yo pensé que así sería conmigo.

Uno nunca puede estar seguro de cuánto cambiaremos en el camino. Por lo pronto yo conservo el mismo peinado desde la primaria, pero no cambiaría mis caderas.

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